Al cumplir los 10 años mi regalo de navidad fue una cámara de bolsillo Kodak 110. Mi padre sonreía ante mi asombro.
Iluminé tanta oscuridad para ella con magicubos de cuatro flashazos.
A mis 16 tuve una Nikon FG 20. La incómoda conducta de mi maestro de foto en el laboratorio hizo que me resignara con alivio a la pérdida del aparato cuando mi hermano la olvidó en un autobús de pasajeros.
Mi trabajo artístico desde entonces lo enfoqué a la literatura.
Casi treinta años después de la desaparición de mi primera réflex, mi regalo navideño fue nuevamente una cámara fotográfica, esta vez una Nikon D 3200. Recuerdo la mirada de mi esposo, líquida y vibrante, mientras yo desenvolvía aquel obsequio.